El nuevo director creativo de Jil Sander reinterpreta el legado de la marca con una propuesta cargada de contrastes y precisión sensorial.
En el epicentro del diseño milanés, Simone Bellotti presentó su primera colección para Jil Sander, marcando un hito fundamental en el devenir de la casa fundada por la “reina del minimalismo”. Lejos de grandilocuencias, el desfile se celebró en la sede histórica de la firma en Milán, un antiguo cine transformado en un austero edificio de tres plantas, espacio al que no se volvía desde 2017. Allí, entre muros blancos y una pasarela de arcos negros, los sonidos electrónicos de Bochum Welt crearon el telón de fondo ideal para un debut que se sintió como una reflexión, más que como una declaración.
Bellotti planteó su estreno como un ejercicio de preguntas: ¿se puede sumar desde la resta? ¿Puede la contención convivir con el carácter? A partir de esos interrogantes, construyó una narrativa de contrastes: rigor con gracia, estructura con ligereza, severidad con libertad. La colección SS26 no solo homenajea el legado de la marca, sino que lo interpela con profundidad. El minimalismo, en sus manos, se convierte en terreno fértil para la reinvención.
La silueta se mantiene vertical, racional, fiel al ADN de Jil Sander. Sin embargo, los blazers abotonados hasta el cuello y los abrigos de corte preciso se desdibujan con dobladillos crudos y pliegues inesperados. Los vestidos y faldas con tiras de georgette flotante evocan páginas al viento. La lana doble faz y el cuero, sólidos en apariencia, se desplazan con una ligereza inesperada. Las piezas de punto y las camisas deportivas insinúan agilidad, creando un diálogo entre disciplina y fluidez.






En lo táctil, Bellotti se atreve a experimentar: tejidos técnicos de brillo clínico contrastan con delicados motivos florales. La transparencia expone el cuerpo, mientras que el cuero espejado y las armaduras de lentejuelas sugieren protección y vulnerabilidad a partes iguales. La dualidad —entre opaco y brillante, rígido y blando— se vuelve constante, como si la colección existiera en un limbo entre pasado y presente, entre Milán y Hamburgo.
Uno de los gestos más potentes fue la fusión de líneas masculinas y femeninas. El lenguaje visual se comparte entre géneros: desde blazers hasta sedas fluidas, Bellotti elimina barreras y propone una estética común, coherente, elegante. Las formas migran de una línea a otra, como si la firma hablara con una sola voz.
Los accesorios consolidan esta visión. Zapatos cuadrados, bailarinas con cortes inesperados, brogues con tacón bajo: cada paso equilibra utilidad y belleza. Las sandalias y el nuevo bolso Pivot, con una silueta curva y funcional, subrayan la claridad conceptual de la colección. Cada detalle responde a una pregunta esencial: ¿cómo es un uniforme moderno sin perder la identidad?
El debut de Simone Bellotti no impone, explora. Es una carta de intenciones seria pero lúdica, rigurosa pero abierta al cambio. Al redefinir el minimalismo desde la contradicción y el gesto poético, Bellotti demuestra que el futuro de Jil Sander puede ser introspectivo, pero nunca plano. Es solo el inicio de una evolución que promete sutileza, inteligencia y profundidad.